Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

viernes, 30 de enero de 2015

ESTUDIO BÍBLICO ECUMÉNICO. SABIÑÁNIGO - 2015

ESTUDIO BÍBLIO ECUMÉNICO
CURSO 2014 – 2015
EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO


“El Señor nos habla por medio de parábolas”

Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: Abriré mi boca diciendo parábolas. 
(Mateo 13, 34-35) 

Tras la buena experiencia obtenida el curso pasado con el Estudio Bíblico Ecuménico, seguimos pensando que es una buena idea que nos reunamos alrededor de la Biblia nuevamente para que participemos los hermanos cristianos de las diferentes denominaciones presentes en nuestra zona, así como cualquier persona que esté interesada en la figura de Jesús y desee participar, en su conocimiento y estudio.

Como decíamos el curso pasado esta actividad que proponemos desde el EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO tiene como objetivo ampliar el conocimiento de los textos bíblicos y de afirmaciones de fe comunes a todos los cristianos, haciéndolo desde el diálogo entre cristianos de diferentes tradiciones, cuidando el respeto mutuo y evitando entrar en confrontaciones o descalificaciones estériles. Deseamos fomentar, por una parte el conocimiento de las escrituras entre los creyentes, aspecto éste enfatizado por todas las iglesias, y también el encuentro común entre hermanos, fomentando el conocimiento y el espíritu ecuménico.

Si el año pasado nos centramos en la figura del Señor Jesucristo con el siguiente elenco de temas: “Jesús es el Señor, es el Salvador”; “Jesús, Dios”; “Jesús, Hombre”; “Jesús. Opción preferencial por los pobres”; “Jesús resucitó. Vive” y “Jesús y misión. Id y predicar”. 

Este curso nos vamos a centrar en las enseñanzas del Maestro, así pues bajo el título de “El Señor nos habla por medio de parábolas” desarrollaremos en cuatro sesiones las siguientes parábolas: “Los obreros y la viña”, “El buen samaritano”, “El sembrador” y “Las 10 vírgenes necias y las prudentes” según se indica, a continuación, en el programa.

La dinámica a seguir constará de dos partes, una primera en la que se hará una presentación de la parábola correspondiente, su estudio (contexto histórico, social, geográfico, etc…) junto con la explicación e interpretación de la misma. En la segunda parte se abrirá un tiempo de diálogo en la que los asistentes que lo deseen podrán participar exponiendo lo que dicho texto les dice o formulando preguntas o dudas sobre lo expuesto.

PROGRAMA:

SESIÓN – 1
JUEVES 12 FEBRERO. 20’00 horas
Parábola de “Los obreros y la viña”. 
Por D. Daniel Vergara, pastor iglesia metodista “El Buen Pastor” de Sabiñánigo

SESIÓN – 2
JUEVES 12 MARZO. 20’00 horas
Parábola de “El buen samaritano”.
Por Mosén Miguel A. Domec, párroco Catedral de Jaca.

SESIÓN – 3
JUEVES 9 ABRIL. 20’00 horas
Parábola de “El sembrador”
Por Mosén Ricardo Mur, párroco de Biescas. 

SESIÓN – 4
JUEVES 7 MAYO. 20’00 horas
Parábola de “Las 10 vírgenes necias y las prudentes”
Por Da. Lourdes Estalallo, pastora iglesia adventista de Huesca. 

LUGAR: Club parroquial Cristo Rey. (Plaza de España, 2. SABIÑÁNIGO)


ENTRADA LIBRE

GRUPO ABIERTO A TODOS LOS INTERESADOS

Se puede acudir a las sesiones que cada uno quiera o pueda


EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO



jueves, 29 de enero de 2015

SESIÓN "NET FOR GOD"


Queridos amigos:

Os recordamos que el próximo día 4 de febrero, miércoles, tendrá lugar una nueva reunión de "NET FOR GOD", organizado por la Comunidad Chemin Neuf.

El acto será en la Sala B de la Casa de la Iglesia, Plaza de la Seo nº 6 de Zaragoza, a las 20'00 horas.

Un cordial saludo





Delegación Episcopal de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso.
Diócesis de Zaragoza
Secretaría





Oración breve


En un mundo donde la violencia nos desconcierta, queremos seguirte, Cristo Jesús. Venciste al odio y al mal. Acogemos tu paz para transmitirla a nuestro alrededor. Y con todas las mujeres y hombres de buena voluntad queremos proteger la dignidad de todos los seres humanos. AMEN.
Comunidad de Taizé


miércoles, 28 de enero de 2015

ORACIÓN ECUMÉNICA BAJO EL SIGNO DE LA CONVERSIÓN

Oración Ecuménica bajo el signo de la Conversión

Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.

Julián Ruiz Martorell
Uno de los propósitos principales del Concilio Vaticano II fue promover la reconstrucción de la unidad entre todos los cristianos. Desde entonces, se ha trabajado con intensidad y son muchos los frutos de un camino lleno de la gracia del Espíritu Santo.

Los cristianos hemos recibido la misión de hacer resplandecer la luz de Cristo en el mundo de hoy, tan necesitado de orientación. Y hay ocasiones en que el mundo recibe destellos, fogonazos, reflejos de una luz incandescente, que es una, pero que aparece fragmentada.

En el compromiso ecuménico destacan dos factores: el diálogo en la verdad y el encuentro en el signo de la fraternidad. Los cristianos nos consideramos miembros de una familia en la que todavía existen diferencias, y no pequeñas, pero experimentamos la alegría de ser auténticos hermanos en Cristo.

Cada año, en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, nos comprometemos a orar y reflexionar sobre la profundidad y la autenticidad de los vínculos que existen entre los cristianos. Y la semana concluye bajo el signo de la conversión, tomando como referencia la experiencia fundamental de la vida de San Pablo: su encuentro con el Señor en el camino de Damasco.

En el camino hacia la unidad es imprescindible la oración fiel y constante de las personas y de las comunidades para sostener el diálogo teológico, favorecer la renovación de la vida, pedir la conversión de los corazones, ampliar las posibilidades de colaboración material y espiritual, incrementar el trabajo conjunto de difusión de la Palabra de Dios, afianzar las experiencias de trabajo común en zonas de misión, vencer la desconfianza, crecer en el reconocimiento recíproco y en la comunión, superar prejuicios propios de la cultura del enfrentamiento y caminar con decisión en la cultura del encuentro, para que el Padre nos conceda la fuerza del Espíritu Santo, de modo que se haga realidad el deseo de Jesucristo de que todos los cristianos seamos uno.

Jesucristo quiere que su pueblo lleve a la perfección su comunión en la unidad, “en la confesión de una sola fe, en la celebración común del culto divino y en la concordia fraterna de la familia de Dios” (Unitatis redintegratio, 2).

Las distintas formas de cooperación ecuménica contribuyen a mantener viva la tensión hacia la anhelada comunión entre todos los cristianos. El diálogo supone un recíproco dar y recibir, un intercambio, un enriquecimiento. De esta manera se construye un clima de confianza recíproca, asentado sobre la certeza de que las raíces comunes son mucho más profundas que las divisiones.

Es preciso orar, fortalecer el trato, consolidar el reconocimiento y la estima, dar pasos de acercamiento hacia los demás cristianos. Queda todavía un largo camino que recorrer hacia la plenitud de la madurez en la unidad.

Que el Espíritu Santo suscite en nosotros la nostalgia de la unidad y suture las rupturas, cicatrice las heridas e impulse el esfuerzo del amor que supone avanzar más y mejor hacia Jesucristo. Cuanto más cerca estemos del Señor, más cerca nos sentiremos los cristianos entre nosotros. En la medida en que avancemos hacia Jesucristo, estaremos progresando en el encuentro con los hermanos.

Recibid mi cordial saludo y mi bendición.










Julián Ruiz Martorell
Obispo de Jaca y de Huesca



martes, 27 de enero de 2015

EL ECUMENISMO ESPIRITUAL DE LA CONVERSIÓN

Semana de oración por la unidad de los cristianos: El ecumenismo espiritual de la conversión


Cardenal Kurt Koch
En la Iglesia de Roma, la Semana de oración por la unidad de los cristianos se concluye con la celebración de las vísperas en la basílica de San Pablo Extramuros, que preside el obispo de Roma y que cuenta también con la participación de representantes de otras Iglesias y comunidades eclesiales cristianas. 

Esta ya fuerte tradición de oración por la unidad de los cristianos dentro de la comunidad ecuménica fue iniciada por el beato Papa Pablo VI el 4 de diciembre de 1965, cuando, poco antes de la conclusión del Concilio Vaticano II, invitó a los observadores ecuménicos a una celebración litúrgica en la basílica de San Pablo Extramuros para agradecerles su participación en el Concilio y despedirse de ellos con estas palabras, que muestran gran sensibilidad: «Y así vuestra partida no pondrá fin, para nosotros, a las relaciones espirituales y cordiales a las que vuestra presencia en el Concilio ha dado inicio; para nosotros no cierra un diálogo que inició silenciosamente, sino que, por el contrario, nos impulsa a estudiar cómo podríamos provechosamente continuarlo. La amistad permanece» (Discurso durante la celebración para impetrar la unidad de los cristianos, 4 de diciembre de 1965). Traer a la memoria, con gratitud, este evento litúrgico celebrado hace cincuenta años es particularmente apropiado, tratándose de la primera oración pública por la unidad de los cristianos presidida por el Papa en el seno de la comunidad ecuménica. 

La oración por la unidad de los cristianos continúa siendo también hoy el signo distintivo de la búsqueda ecuménica de la unidad. Con la oración expresamos, en efecto, nuestra convicción de fe basada en la conciencia de que nosotros los hombres no podemos construir la unidad, ni decidir la forma y el tiempo de su realización, solamente podemos recibirla como don. La oración por la unidad nos recuerda que la condición de fondo, incluso del ecumenismo, consiste en la dependencia, en la necesidad de recibir ayuda. La oración nos alienta a reconocer nuestra propia pobreza en el compromiso ecuménico y a vernos a nosotros mismos como «mendigos de Dios», expresión que utilizó san Agustín para definir a los hombres. La oración por la unidad nos recuerda que también en el trabajo ecuménico, como en la vida y en la fe, no todo es resultado de un hacer y que, más bien, deberíamos aprender a dejar espacio a la acción no manipulable del Espíritu Santo y confiar en Él al menos como confiamos en nuestros propios esfuerzos. El trabajo ecuménico en favor de la unidad de los cristianos es principalmente una tarea espiritual, llevada adelante con la convicción de que el Espíritu Santo, iniciador de la obra ecuménica, proseguirá y llevará a su realización lo que ha comenzado y, al hacer esto, nos mostrará el camino. En el ecumenismo, solamente seremos capaces de dar ulteriores pasos si volvemos a sus raíces espirituales y profundizamos su fuerza espiritual. El ecumenismo podrá, de hecho, crecer en amplitud solamente si se arraiga en su profundidad espiritual. 








Cardenal Kurt Koch
Cardenal presidente del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos.




lunes, 26 de enero de 2015

Jesús y la Samaritana


Jesús y la Samaritana

Palabras que salvan

Para el Octavario por la Unión de los Cristianos 2015: 
“Dame de beber”

por Francisco Rafael de Pascual, monje trapense


Estamos, posiblemente, y a mi entender, ante uno de los textos más bellos y profundos del Evangelio; de una gran hondura teológica y humana, semejante a los que consideramos más “reveladores” de la personalidad de Jesús y su misión.

La escena no es nada “solemne” (como en la Cena, la Pasión y el Sermón de la Montaña). Es un acontecimiento prosaico y sencillamente humano en la vida y andanzas de Jesús.


Nos cuesta mucho aceptar que los momentos más ordinarios de nuestra vida, aquellos en los que hacemos las tareas habituales, pueden ser momentos solemnes de salvación y sabiduría.
San Benito organiza la vida del monje en el monasterio para que, viviendo atento, bajo la mirada de Dios, descubra siempre en el fondo de su corazón la presencia de Dios.
San Benito quiere que el monje sea siempre sincero, honesto y consecuente con los compromisos de su vocación, soportando con paciencia y humildad las dificultades y asperezas de la vida monástica, caritativo con sus hermanos y buscando en todo la gloria de Dios.


En estos tiempos en que dialogamos sobre muchas cosas tenemos muchas lecciones que aprender en este texto –que contradice nuestros miedos y comodidades, nuestros tópicos tontos y nuestra falta de creatividad...- y podemos contemplar a Jesús dándonos una profundísima lección de acercamiento al otro para revelarse a sí mismo y revelar al otro lo que es y de lo que es capaz, a la otra en la realidad más profunda de su ser...

Saber acercarse a los demás requiere el ejercicio de varias virtudes: atención, prudencia, discreción, y, sobre todo, amor. 
La “pastoral” no es solo para sacerdotes y obispos; la personalidad del cristiano, semejante en todo a Jesús, debe tener como componente un gusto especial por el otro, por el hermano o por el diferente, tanto por el conocido como por el desconocido. 

Jesús está sólo, al parecer (¿quién tomó nota tan admirablemente de todos los detalles? ¿O es que Jesús después les cotilleó todo a sus discípulos? En esa actitud del cansado junto al pozo, sediento, polvoriento... pero siempre dueño de sí, atento a lo que sucede a su alrededor, observador y perspicaz...).
Se acerca una mujer. Inmediatamente se reconocen: un judío y una samaritana. ¡Atentos! No son iguales, no piensan igual, tienen prejuicios uno contra otro, están esperando la ocasión para “saltar”...

Los “prejuicios” y las suposiciones son, en gran medida, una injusticia y una falta de confianza. Revelan nuestra propia inseguridad y nuestros temores. Son como una barrera que levantamos frente al hermano. Encasillamos, podamos, limitamos y encogemos al hermano.

La mujer se acerca al desconocido, en parte desconfiada y en parte dejando sentir su atractivo (como hacemos todos...); posiblemente se miran de reojo; parece ser que no se han cruzado una palabra.
Jesús toma la iniciativa: -“Dame de beber”. Es extraño, porque ni saluda ni pregunta por su identidad. Inmediatamente establece la comunión del que suplica y del que tiene necesidad frente a quien tiene lo que le falta y lo que necesita.

Las “iniciativas” de Jesús en el evangelio son reflejo de la iniciativa de Dios en el plan de salvación. (Jesús y el centurión de Cafarnaum: Jesús “quiere” ir él, tomar la iniciativa, olvidarse de los obstáculos y prejuicios de los judíos con relación a los romanos y paganos.

Abadía de Viaceli. Cobreces (Cantabria)
Es casi un imperativo, falta, ciertamente, el “por favor”... Seguramente que la mujer ya casi se marchaba (-“Ahí te quedas, judío gorrón”, pensaba para sus adentros). A veces los prejuicios no nos permiten reconocer al otro, a quien es en realidad. Al fin y al cabo, un judío.
La mujer suelta la andanada primera. Le identifica por su procedencia, despectivamente, sin mostrar aprecio. Saca la ficha y recurre a “la costumbre” (las costumbres a veces nos ciegan, son como una defensa a la comodidad, a no verse comprometido, a salir del paso cuanto antes... enseguida nos asustamos, nos ponemos en guardia, tememos...).
Jesús no entra al trapo. Y no se le ocurre nada más que nombrar a Dios, responder “educadamente” y confrontarla con una situación que podría haber sido la contraria (en el diálogo no nos solemos poner en el lado del otro, ni a veces entendemos a quien viene al monasterio sin cubo ni cuerda... a sacar agua...). 
Pero la samaritana se da cuenta de que ese hombre no es un judío “normal”. Sus palabras, su actitud, su mirada, su resignación, le delatan. Por eso, probablemente le llama “Señor”; y se da cuenta de que es un “sabio”, porque juega con las palabras y dice cosas bonitas (cosa que les agrada a todas las mujeres, sin duda...). Y la samaritana enseguida va a lo práctico, ¡que ya está bien con el rollo de tener que venir todos los días a buscar agua!
Jesús vuelve a la carga de nuevo. Es incisivo pero no irrespetuoso. Posiblemente sabía quién era esa mujer –en los pueblos se conocen todos- (pero se calló y no dijo nada: a nadie nos gusta que nos digan: -¡”Anda, mira quién es... ya ves tú!... etc.”. Nos suele molestar tremendamente que sepan de nosotros algunas “intimidades” (y siempre que se las recordamos al otro en un diálogo suelen acabar mal las cosas...). Cuando la mujer oye lo de los cinco maridos (el Evangelio siempre exagera...) se queda pasmada. Pero Jesús se lo dice como si nada, como la cosa más normal, sin ridiculizarla... sólo dice la verdad sin herirla. Además, le habla con paz.
Jesús sabe que la mujer no debe vivir una situación fácil. Una mujer que ha tenido tantos maridos seguro que tenía muchas marcas dolorosas en su vida.


San Benito sabe que el monje llega herido al monasterio: las costumbres y, a veces los pecados; el alejamiento de Dios, la desobediencia… La tarea esencial del monje es sanar, necesita médicos, necesita estar “saludable” (sano). La comunidad es a la vez médico y hospital. Pero san Benito quiere que todos sean respetuosos y preocupados unos por otros, sin infantilismo ni ñoñerías. Nunca debemos herir al hermano.


Al verse comprometida, la mujer argumenta y se evade, quiere irse por otro camino y recurre a algo que puede distraer la atención de su interlocutor. Echa mano de lo primero que tiene, no de un argumento elaborado; se sabía lo del Mesías y sabía un poco de “religión” (la aprendida en la escuela, posiblemente), y se centran los dos en el punto fundamental: el Mesías (no podemos hacer ni diálogos ni pastorales ni “contemplaciones” si no nos centramos en lo fundamental: Jesús).
Jesús saca ahora su ficha personal y se “revela”. Llegan los discípulos y estropean las cosas. La mujer sale pitando y comenta lo que le ha sido dicho y lo que ha experimentado. Jesús les da una pequeña reprimenda a los discípulos, que nunca se enteran de la misa la media, y cuando van con Jesús parece que van de excursión (no hay buen diálogo ni buena pastoral si no hay alguien que guíe un poco y que ponga las cosas en su sitio... pues cuanta más gente hay más fácil es perderse en detalles tontos... unos se extrañan de que se hable con una mujer, otros piensan que lo importante es tener comida, otros pasan de todo y ni preguntan ni contestan... y no falta quien haga preguntas que ni van ni vienen al caso.... y hay quienes piensan que sólo son ellos los que siembran y recogen... sin darse cuenta de que hay otros que sembraron y trabajaron antes...).


La sabiduría de los antiguos es importante. Saber ocupar el puesto y la postura correcta en el monasterio es una tarea dura. En el monasterio no se puede vivir “pasivamente” y cada uno a su aire.


El testimonio de la mujer parece ser que impactó a los del pueblo. Pero los impactó por su entusiasmo, porque ella misma estaba convencida de haber encontrado al Mesías, porque, posiblemente, nunca había sentido nada igual. No dice el Evangelio que fuera con los cinco maridos (a “regularizar su situación”...). Fue con los que quisieron creerla... con los que quisieron oír y estar. Los que ni quieren oír ni estar son siempre un estorbo.
Dice el Evangelio que “Jesús” se quedó dos días. Los apóstoles ni aparecen. Jesús, posiblemente, tuvo que alterar su horario, o sus planes, o suprimir alguna reunión... pero vio que, ya que surgió la ocasión, había que aprovecharla. 

San Benito quiere que el monje no se impaciente, que todo lo haga con calma, que no sea inquieto ni suspicaz, que no sea desagradecido, que recuerde siempre lo que han hecho por él, y
que esté siempre dispuesto a corresponder a la gracia.


A veces nos perdemos en planes, buscando decisiones comunitarias –no tengo nada contra ellas, es un principio muy benedictino-, nos atan las costumbres –pero no la “tradición, ¡ojo!- y hasta que no surge una Escolástica* que hace llover a cántaros, o hasta que no surge una samaritana que se vuelve medio loca de entusiasmo, no hay milagro, no hay avance, no hay efecto salvífico...
La acción de Dios surge en los momentos más inverosímiles, más inesperados, según el Evangelio... y nunca nos puede pillar desprevenidos (eso es señal de que no estamos atentos, de que nuestra oración posiblemente sea floja, de que estamos distraídos con muchas cosas, o, sencillamente, que no nos queremos “meter en líos”.
Pidamos al Señor que nos abra el corazón para saber aprovechar las ocasiones, para liberarnos de prejuicios, para saber discernir su presencia... para saber adorarle en espíritu y en verdad.


He hecho una pequeña reflexión “monástica” respecto a las palabras de Jesús y a la ocasión de este nuevo Octavario. Podemos correr el riesgo de pensar que se trata de que “se unan los cristianos que andan por ahí”, los que no conocemos; que se encarguen los organismos ecuménicos de ello… que sean los otros los que vengan primero a nuestra casas; pero la verdad es que si no salimos a buscar no sabremos nunca recibir. Si no pedimos, como Jesús, nunca recibiremos. Jesús no recibió agua, sino que recuperó a una oveja perdida para el redil.

* Escolástica es la hermana de San Benito. Tenía un monasterio debajo de Subiaco, el monasterio de los monjes (ambos existen hoy). Una tarde Benito y unos monjes fueron a ver a las monjas y a merendar (se supone) con ellas. Charlando y charlando “espiritualmente” Escolástica pidió a Benito que se entretuvieran un poco más; ante la negativa de Benito, Escolástica se puso a rezar y cayó una tormenta de campeonato. Y así siguieron charlando… y merendando, hasta que escampó. A Jesús también le gustaba merendar con sus amigos.
Enero de 2015









Francisco Rafael de Pascual, ocso (Orden Cistercience de Estricta Observancia)
Abadía de Viaceli, Cobreces (Cantabria))









domingo, 25 de enero de 2015

25 de enero. Reflexión del Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA

Hoy festividad de la conversión de San Pablo termina el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos y nosotros con ello concluimos con la publicación de las reflexiones del profesor Dr. Pedro Langa, que nos han acompañado durante estos ocho días, agrdecerle su importante colaboración y transmitirle nuestra gratitud y afecto.
Desde mañana vamos a publicar tres artículos sobre lo que es esta semana escritos por un monje trapense, un cardenal y un obispo, estad atentos.


VIVIR LO QUE SE PREDICA

Domingo, 25 de enero del 2015.- « Muchos creyeron movidos por el testimonio de la Samaritana» (Juan 4, 39). Transformado su corazón, esta sale a misionar. Anuncia a su gente que ha encontrado al Mesías. El Evangelio aclara que muchos creyeron en Jesús movidos por el testimonio de esta mujer. La fuerza de su testimonio surge de la transformación de su vida a raíz del encuentro junto al pozo de Jacob en Sicar. Gracias a su actitud de apertura, nuestra despierta mujer reconoce en aquel extranjero, judío por más señas, « un manantial capaz de dar vida eterna » (Juan 4, 14). La misión es un elemento clave de la fe cristiana, por supuesto. Todo cristiano está llamado a anunciar el nombre del Señor. El papa Francisco dijo hace poco a los misioneros: « adondequiera que vayáis, os hará bien pensar que el Espíritu de Dios siempre llega antes que nosotros ». Nos primerea, como él mismo suele decir con este neologismo tan suyo. Es decir, se nos adelanta en la tarea. Misionar no es, desde luego, hacer proselitismo, sino responder a la exigencia fundamental del Evangelio, en sí mismo gracia que se difunde comunicativa y enriquecedora entre quienes de ella carecen. Los que de veras anuncian a Jesús se acercan a los demás mediante un diálogo cordial, abierto, comprensivo y respetuoso de las diferencias. Nuestra misión exige que aprendamos a beber el agua viva sin tomar posesión del pozo. Por de pronto el pozo no nos pertenece. Lo que hacemos no es, a la postre, sino sacar vida del pozo, de ese pozo de agua viva que nos ha dado Jesús. Termina hoy el Octavario 2015. Queda convocado –suelen decir quienes abren y cierran actos de entrega de premios- el de 2016. Nos interpela con la novedad de siempre --cabría matizar oportunamente--, un Octavario sin fechas, aquel cuya virtud tampoco se atiene a las estaciones ni a los sucesivos tiempos litúrgicos, por el sencillo motivo de que su interpelación es incesante.

Nuestra misión debe ser una labor testimonial de palabra y a la vez de obra, un intento de vivir lo que se proclama. Fue el beato Pablo VI quien se arrancó de pronto un buen día con aquella frase suya que sigue vigente, y a la que tanto se recurre: el mundo de hoy hace más caso a los profetas que a los maestros. El arzobispo brasileño Helder Cámara, por ejemplo, abundó en dicho pensamiento al decir que muchos se habían vuelto ateos al sentirse decepcionados por personas de fe que no viven lo que predican. Las sectas, a la postre, actúan y se abren justamente donde hay un vacío pastoral. La Samaritana movió a su comunidad a creer en Jesús porque sus hermanos y hermanas pudieron percibir la coherencia entre sus palabras y su transformación. Si nuestras palabras y nuestro testimonio son auténticos, el mundo prestará atención y creerá. « ¿Cómo van a creer en él si no han oído su mensaje? » (Romanos 10, 14). ¿Y cómo van a creer si los predicadores del Evangelio están divididos? ¿Relación entre misión y unidad? Total ella. Dios, fuente de agua viva, haga de nosotros testigos creíbles de unidad por medio tanto de nuestras palabras como de nuestras acciones. Ayúdenos Él a comprender que no somos dueños del pozo, en absoluto. Es este momento final la oportunidad de invocar el don de sabiduría para reconocer y agradecer su gracia en los demás. Sólo Él puede transformar nuestros corazones y nuestras vidas convirtiéndonos en auténticos portadores de la Buena Noticia. Sólo Él conducirnos al encuentro con el otro como un encuentro con El. Al fin y al cabo, el ecumenismo es unidad en y del Espíritu Santo.


Pedro Langa Aguilar



Con este domingo, fiesta de la Conversión de San Pablo, se termina oficialmente la Semana de Oración por la Unión de los Cristianos pero no se debe terminar a nivel personal. A lo largo del año, acordémonos en nuestra plegaria de esta intención que responde al pensamiento de Jesús: “Que todos sean uno”. Junto a la oración, pongamos también nuestra diaria relación fraterna con todos aquellos que son de otra religión o confesión cristiana.



sábado, 24 de enero de 2015

24 de enero. Reflexión del Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA

EN ARMONÍA CON EL HOMBRE Y LA NATURALEZA


Sábado, 24 de enero del 2015.- « Señor, dame de esa agua » (Juan 4, 15). - Los cristianos deberían confiar en que el intercambio de experiencias con los demás, también con otras tradiciones religiosas, puede cambiarnos y ayudarnos a bucear en las profundidades del pozo. Llegarnos hasta los que son extraños con ánimo de beber de su pozo, abre nuestro espíritu sediento de belleza y de bondad a las «maravillas de Dios » que tantas veces admiramos y pocas, en cambio, compartimos. En el desierto de Sin, el Pueblo de Dios no tenía agua, razón por la que los israelitas se amotinaron contra Moisés y contra Aarón en la fuente de Meribá. Dios mandó a estos que sacaran agua de la roca para el pueblo. Moisés «alzó la mano y golpeó la peña con su vara dos veces. El agua brotó en abundancia, y bebió la comunidad y su ganado» (Números 20, 11). Este golpe de providencialismo prueba, en cierto modo, que, frecuentemente a través de los otros, Dios viene a nuestro encuentro, esto es, al socorro de nuestras necesidades. 

Mientras clamamos al Señor en medio de la necesidad y le suplicamos como la Samaritana: « Señor, dame de esa agua », quizás ya él haya respondido, o lo esté haciendo, con la benevolente y próvida actitud de quien pone en las manos del vecino lo que uno andaba buscando. De ahí que tengamos que dirigirnos también al vecino y decirle: «dame de beber». ¿Acaso no incluye Jesús el dar de beber al sediento entre las obras de misericordia corporales? Estas y las espirituales no son sino acciones caritativas con las que ayudar al prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (cf. Is 58, 6-7). Cristo, Rey Mesías, hace que los elegidos de su Reino pasen al de su Padre. Los hombres en el discurso de Jesús son juzgados según sus obras de misericordia –descritas a la manera bíblica- y no según sus acciones excepcionales. Entre tales obras, figura precisamente esta: «Tuve sed y me disteis de beber» (Mt 25, 35). Aunque sólo fuere un vaso de agua clara: el de convivencia en armonía.

A veces lo que uno necesita ya está en la buena voluntad de las personas del entorno. Del pueblo guaraní de Brasil aprendemos que en su lengua no existe un término equivalente a «religión» como algo separado de la vida. Y que el cristianismo al principio se llamaba «el camino» (Hechos 9, 2). «El camino», o «nuestro modo bueno de ser» es el modo que Dios tiene para traer armonía a nuestra vida. Nunca sabremos valorar debidamente cómo ni hasta cuánto haya podido enriquecer nuestra experiencia de Dios el encuentro con otros cristianos. Ni tampoco cuánto podría iluminarse nuestro mundo interior aprendiendo de las otras tradiciones religiosas en el diario trato con la nuestra. Quiera el Dios de vida, que cuida de la creación y nos llama a la justicia y a la paz, que nuestra seguridad no venga de las armas, sino del respeto; que nuestra fuerza no sea producto de violencia, sino de amor; y que nuestra riqueza, en fin, no sea la del dinero, sino la del compartir. Que nunca paute nuestro camino la ambición, sino la justicia. Y que nuestra victoria no sea de la venganza, sino del perdón. Que nuestra unidad, en resumen, no la imponga el poder, sino el humilde testimonio de la divina voluntad. Las palabras doxológicas de san Pablo son el mejor exhorto conclusivo: «Y el Dios de la paciencia y del consuelo que dan las Escrituras os conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo » (Romanos 15, 5s).

Los guaraníes son un pueblo guerrero que vive en armonía con la selva y el río Paraná. “De ella –dicen-- nos alimentamos, nos curamos el cuerpo y el espíritu”. 



Pedro Langa Aguilar



viernes, 23 de enero de 2015

23 de enero. Reflexión del Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA

HACIA MANANTIALES DE UNIDAD

Viernes, 23 de enero del 2015.- Jesús dijo: « Esa agua se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar vida eterna » (Juan 4,14). – El diálogo que empieza con Jesús pidiendo agua se convierte pronto en un coloquio en el que Jesús promete agua. Dialogar, pues, entraña un dinamismo sin metas prefijadas. Más adelante, Jesús volverá a pedir agua de nuevo. « Tengo sed », dirá desde la cruz con quejumbroso gesto de agonizante. Precisamente desde la cruz, donde Jesús se convierte en el manantial del agua prometido que brota de su costado abierto. La teología, por su parte, nos recuerda que recibimos esta agua, o sea esta vida de Jesús, en el bautismo, sacramento por cuya virtud se convierte en un agua, en una vida, que surge de dentro de nosotros para ser dada y compartida con los demás. A nadie se le niega un vaso de agua. Y un gesto así, lleno de generosidad y cercanía con el hermano devorado de sed, con los discípulos de Cristo, incluso con cualquier hombre que, por serlo, es hijo de Dios, nunca quedará sin recompensa: lo garantiza el Evangelio.

Sentado Moisés junto al pozo de Madián, aparte de adelantarnos ya, en figura, la tierna imagen del Cristo dialogante con la Samaritana junto al brocal del pozo de Jacob, se constituye también en paradigma de conducta evangélica, y ecuménica por supuesto, al salir en defensa de unas pobres mujeres madianitas, las hijas de Reuel. El apuesto Moisés no se queda en palabras. Saca, más bien, para ellas agua del pozo y hace abrevar en él sus ovejas (cf. Éxodo 2, 15-22). Tan extraordinaria intercesión da pie también al canto litúrgico de quienes, como el salmista, se refugian en el Señor exclamando: « ¡Mi refugio y fortaleza, mi Dios, en quien confío! » (Salmo 91, 2). El agua que Jesús da en el bautismo se convierte en «fuente de agua que brota para vida eterna » (Juan 4, 11-15: 14). El comportamiento de Moisés con aquellas pobres mujeres a quienes los pastores previamente han intimidado impidiéndoles abrevar los rebaños pone de relieve, mirada la estampa con detenimiento, que el auténtico amor elimina el temor (cf. 1 Juan 4, 16-21). Agua bautismal, por otra parte, --agua de Jesús a la postre--, capaz de dar vida que deviene asimismo en admirable testimonio ecuménico del amor cristiano en acción, en saludable pregustación de la vida eterna que Jesús promete. 

Gestos concretos como estos realizados por gente sencilla son los que la comunión ante todo exige. Dicho está que un gesto vale, a veces, más que mil palabras: lo cual significa que también el gesto resulta de suyo evangelizador. Los aquí referidos, o simplemente aludidos, dan testimonio del Evangelio y de la importancia de las relaciones ecuménicas. Claro es que la interpretación de las palabras de Jesús en el sentido de que a través de él nos podemos convertir en « manantial capaz de dar vida eterna » (Juan 4, 14) pueden tener numerosas aplicaciones para quien sepa oír y quiera entender. En este vida posmoderna y globalizada es posible hallar, gracias a los esfuerzos ecuménicos, personas cristianas, incluso buenas, pero de otras religiones, convertidas en manantiales de agua viva para uno mismo y su entorno. Tampoco escasean hoy situaciones de vida pública en que las Iglesias deberían hablar con una sola voz para ser manantiales de agua viva. Ojalá el Dios Uno y Trino nos conceda ser instrumentos de justicia, de paz y de solidaridad. Cuando pedimos al Padre en el nombre de Jesucristo y en la unidad del Espíritu Santo, lo que a la postre deseamos es que el Paráclito convierta los muros en puentes.

A través de Jesús nos podemos convertir en « manantial capaz de dar vida eterna » (Juan 4, 14) 

Pedro Langa Aguilar




jueves, 22 de enero de 2015

22 de enero. Reflexión del Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA

LOS DONES DE LOS OTROS, EXPRESIÓN DEL MISTERIO DE DIOS

Jueves, 22 de enero del 2015.- « No tienes con qué sacar el agua y el pozo es hondo » (Juan 4, 11). Los derroteros del diálogo entre Jesús y la Samaritana cobran una tonalidad de extrañeza y hasta de imprevisto agobio fisiológico para los interlocutores. Que para el judío sentado junto al brocal del pozo es sólo aparente, por supuesto, ya que es Dios. Pedir en nombre de Jesús, he ahí la clave de quien acude a orar. Nuestras oraciones todas van dirigidas, deben dirigirse al Padre en nombre de Jesucristo su Hijo. Se trata, pues, de pedir en nombre de quien no tuvo él mismo inconveniente alguno en pedir a la mujer samaritana que le diera agua para calmar su sed. No le importó que fuera samaritana. Tampoco a nosotros debe impedirnos elevar oraciones al cielo junto a otros que no piensan igual: si así no fuera, sería tanto como no poder practicar el ecumenismo. 

Jesús necesitaba ayuda. Después de larga caminata, hizo su aparición la fatiga. Extenuado y al calor del mediodía, surgió la súplica: «Dame de beber» (Juan 4,7). Desde la Cruz, gritará también en el momento solemne de su agonía: «Tengo sed» (Juan 19,28). Para complicar más las cosas, Jesús es un forastero; es él quien no está en su tierra y el pozo pertenece al pueblo de la mujer. Jesús tiene sed y, como señala la Samaritana, no tiene con qué sacar agua del pozo. Tiene sed, pide agua, necesita su ayuda, pues: ¡todos necesitamos ayuda! Piensan muchos cristianos que solo ellos tienen las respuestas y no precisan ayuda de los demás. Grave error de convivencia, sin duda. Ninguno de nosotros puede alcanzar la profundidad del pozo de lo divino aunque la fe nos exija profundizar cada vez más y más en él. No podemos acometer esto aisladamente. Necesitamos que nuestros hermanos nos echen una mano. A veces incluso las dos. Sólo entonces podremos adentrarnos en la profundidad del misterio de Dios.

Un dato común de nuestra fe, más allá de la Iglesia a la que pertenecemos, es que Dios constituye un misterio que trasciende nuestra comprensión. La búsqueda de la unidad de los cristianos nos hace reconocer que ninguna comunidad tiene todos los medios para alcanzar las profundas aguas de la divinidad. Necesitamos agua, necesitamos ayuda: ¡todos, por múltiples y diversa razones, necesitan ayuda! Cuanto más crezcamos en la unidad, compartamos nuestros cántaros y unamos los extremos de nuestras cuerdas, más ahondaremos en el pozo de la divinidad. Pentecostés enseña sobre todo la obligación de compartir, de ser útiles a los que nos rodean, de acogernos mutuamente para remediar juntos las necesidades que a diario irrumpen en la Ecúmene (cf. Hechos 2, 1-11). Hasta el salmista se hace entonces más persuasivo: Qué agradable es que los hermanos vivan juntos (cf. Salmo 133)

Dice san Agustín que todo hombre, «por rico que sea en la tierra, siempre es mendigo de Dios» (Sermón 56, 9). Sólo aceptando esta mendicidad, será el hombre como un niño a quien se le abre su Reino (cf. Mateo 18, 3); como el obrero que vive su ecumenismo a tope. Cumple, pues, hacer lo que Jesús hizo, esto es: tomar la iniciativa de adentrarse en tierra extranjera y volverse un forastero que cultiva el ansia de aprender de lo diferente. Todos en ecumenismo podemos ser apóstoles que ayudan a la Iglesia necesitada, la que sea. El diálogo entre Jesús y la Samaritana, en suma, puede ayudarnos a entender que Dios, fuente de agua viva, quiere que ahondemos nuestros cubos en sus divinas aguas, pues los dones de los otros son, a la postre, reflejo de su misterio insondable. Ello hará que nos sintamos y nos sentemos juntos cerca del pozo para beber del agua que congrega en unidad y paz. 

…podemos ser apóstoles que ayudan a la Iglesia necesitada… 


Pedro Langa Aguilar




miércoles, 21 de enero de 2015

21 de enero. Reflexión del Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA

ROMPER MOLDES Y CONSTRUIR NUEVAS RELACIONES

Miércoles, 21 de enero del 2015.- « La mujer, por su parte, dejó allí el cántaro» (Juan 4, 28). Sencillamente, se fue para volver. Al irse, rompió moldes. Al volver, echó las bases de una nueva relación. El encuentro entre Jesús y la mujer samaritana muestra, por de pronto, que el diálogo con el que es diferente, con el extranjero, con ese que tengo delante sin ser como él ni él como yo, con el desconocido en suma, puede generar vida. Si la mujer hubiese cumplido al pie de la letra las estipuladas normas de comportamiento y, en definitiva, de su cultura, se hubiera ido no bien Jesús hubo roto el silencio para entablar un diálogo junto al pozo. Por alguna razón que sólo podemos atisbar desde el misterio de la gracia, ese día no siguió las normas establecidas. Tanto ella, como Jesús, rompieron con el patrón de conducta prefijado. 

La ruptura de moldes denota que estos pueden hacerse viejos, inservibles y, por ende, menesterosos de nuevo formato. En el fondo, caducidad y consiguiente relevo. Es decir, las leyes de la vida, que en sí misma es movimiento, del que se alimentan todos los posibles cambios. A través de este romper moldes comprendemos que se impone el cambio a otros nuevos, los de las nuevas relaciones. Mientras Jesús lleva a término los planes del Padre, la mujer samaritana, por su parte, deja el cántaro de agua, significando que ella, dando el paso adelante de unos nuevos moldes, ya podía ir más allá. En otras palabras: que no estaba limitada al papel que el entorno de su sociedad le había impuesto. La Samaritana, por otra parte, es la primera persona en el evangelio de Juan que proclama a Jesús como el Mesías. « Romper moldes » constituye una exigencia para quienes quieren hacerse más fuertes y sabios en su fe. Que la mujer samaritana dejara su cántaro indica que había encontrado un don más excelso, más grande que el agua que había venido a buscar, mejor sitio en el que estar en su comunidad. Reconoce la superioridad del don que su interlocutor judío, Jesús, le está ofreciendo. 

Es difícil para nosotros reconocer como un bien, incluso como un algo sagrado, lo que pertenece a otro. Pero reconocer el don que a otro pertenece y reconocerlo además como bueno y sagrado es un paso necesario hacia la unidad visible que buscamos. Encontrarse con Jesús exige a menudo dejar atrás nuestros cántaros. Lo difícil es averiguar qué cántaros debemos abandonar. Más aún, pudieran ser, y acaso sean, los obstáculos mayores que nos impiden hacerlo. Sólo Dios, que es Amor, nos puede ayudar a dar pasos adelante, y hacerlo además en clave ecuménica. Podremos así entender, de Jesús y la Samaritana, que el encuentro con el otro abre nuevos horizontes de gracia. La gran lección de Jesús dialogando con la Samaritana se enseña, pues, magnífico ejemplo de cómo romper moldes y, asimismo, de qué manera enfrentarse a nuevos desafíos. Por ejemplo, superar el miedo a seguir la llamada que Dios nos hace por medio de Jesucristo. Naturalmente que todo ello implica gran dosis de fe: la de Abrahán, por ejemplo, cuando confía en Dios, que le promete convertirlo en una gran nación y una bendición para otros (cf. Génesis 11, 31-12,4); o la del salmista cuando exclama: «El Señor es mi pastor» (Salmo 23); o la de Pedro abriendo los ojos cuando, en éxtasis, escucha la voz que le dice: «Lo que Dios ha purificado, no lo consideres tú profano » (Hechos 10, 9-20). El ecumenismo exige a menudo dejar atrás el cántaro de los viejos moldes e ir en pos de nuevos horizontes de reconciliación y de unidad.

El pozo llamado de Jacob en Siquem o Sicar de las Escrituras, 
en el que Jesús le pidió de beber a una mujer samaritana 

Pedro Langa Aguilar



martes, 20 de enero de 2015

20 de enero. Reflexión del Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA

PAPEL DE LA MUJER EN NUESTRAS IGLESIAS

Martes, 20 de enero del 2015.- « No tengo marido » (Juan 4, 17). La respuesta de la Samaritana es clara como la luz del día. Sin más vuelta de hoja. Sólo con barajar las páginas comunes. Contrasta precisamente esta meridiana claridad con su género de vida inconfesable de puro embarazoso y oscuro. Ahora, pues, el extraño interlocutor, Luz de Luz, conduce el tema de conversación hacia la vida marital de la mujer. Hay de repente un cambio aparentemente radical en lo que se refiere al contenido del diálogo – del agua al marido-. « Vete a tu casa, llama a tu marido y vuelve acá » (Juan 4, 16). Sabe Jesús, sin embargo, que la mujer ha tenido cinco maridos y que ese con el que ahora vive no es su marido. Las escuetas palabras del diálogo permiten a los especialistas toda suerte de conjeturas: ¿Cuál era la situación de la mujer? ¿Había pedido su marido el divorcio? ¿Era viuda? ¿Tenía hijos? Surgen espontáneas estas y otras preguntas similares al leer el relato. Sin embargo, parece que Jesús tenía interés en una dimensión distinta de la vida de su interlocutora: es consciente, por supuesto, de la delicada situación de aquella criatura, pero en modo alguno se desentiende ni la desprecia. Muy al contrario, permanece abierto a su suerte, pronto a tenderle una mano, a encontrase con ella. No se detiene Jesús, pues, en una interpretación moral de la respuesta recibida sino que parece querer llevar el diálogo más lejos, a otro ámbito más consonante quizás con los requerimientos de la gracia. Y como resultado de tal estrategia, el deshielo se produce; la actitud de la interlocutora hacia Jesús cambia. En este momento los obstáculos de las diferencias culturales y religiosas se desvanecen a la postre para dar cabida a algo mucho más importante: un encuentro confiado. 

El comportamiento de Jesús en esta circunstancia nos permite abrir nuevos horizontes de interpretación y formular preguntas que, a fin de cuentas, salen al paso de actitudes denigratorias, de conductas humillantes, de resoluciones contrarias a la mujer en la sociedad. Preguntas, dicho sea desde el punto de vista del ecumenismo, sobre las diferencias consentidas que terminan obstaculizando el camino hacia la unidad que buscamos y por la que oramos. ¿Cuál es el lugar y el papel de la mujer en nuestras Iglesias? ¿Son éstas, las Iglesias, conscientes del empuje creciente que van alcanzando las reivindicaciones femeninas en nuestra época? Hace años que el Consejo Ecuménico de las Iglesias decidió elegir también entre las mujeres para formar parte de su Comité de presidencia. Y el ecumenismo de las relaciones entre Iglesias, por otra parte, aunque todavía diste mucho de haber alcanzado en este campo las deseables metas y tampoco deje de mantener planteamientos harto discutibles, punto menos que de misoginia, conoce, no obstante, cada día que pasa de este juvenil siglo XXI, desafíos mucho más comprometedores de puro ambiciosos. Desafíos que pasan por averiguar qué pueden hacer nuestras Iglesias para prevenir y reprimir la violencia contra las mujeres y las niñas, contra el maltrato de la pareja, contra la esclavitud y la humillación de prácticamente la mitad de los seres que habitan este planeta. Bajo el lema Igualdad, desarrollo y paz, la ONU celebró del 4 al 15 de septiembre de 1995 la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Pekín, con el propósito de incluir la causa de las mujeres entre las grandes cuestiones mundiales, y de la que lo menos que cabe decir es que resultó un cuento chino. Tuvo sin duda más suerte la Samaritana dialogando con Jesús.

IV Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Mujer en Pekín, 
(Año 1995. Fuente ONU) 

Pedro Langa Aguilar



lunes, 19 de enero de 2015

19 de enero. Reflexión del Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA

ECUMENISTAS EN ESPÍRITU Y EN VERDAD

Lunes, 19 de enero del 2015.- « Fatigado del camino, se sentó junto al pozo » (Juan 4,6). Camino y pozo son términos bíblicos de trascendencia ecuménica. Este de Jesús y la Samaritana había conocido en tiempos ancestrales el encuentro de Jacob y Raquel en el crítico momento de abrevar los rebaños (Génesis 29, 1-14). Jesús detiene allí su marcha. Le puede la fatiga de la caminata, ya que viene de Judea, donde los fariseos han comenzado a difundir la especie, hecha pronto rumor, de que bautiza más que Juan, causando con ello cierto malestar en el ambiente y puede que inclusive determinando su marcha. Mientras descansa, una mujer samaritana se acerca al pozo a por agua. Todo en derredor encierra simbolismo para el pueblo de la Biblia. Jesús observa en silencio y de pronto entabla un diálogo –Dame de beber- que pasa primero por la extrañeza de la mujer, negada en principio incluso al saludo con los judíos –Cómo tú judío- ; y luego por el lugar del culto -¿En este monte (Garizim) o en Jerusalén?-. Jesús le aclara que en ninguno de los dos, pues «los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad » (Juan 4, 21-24)

En vez de búsqueda común de la unidad, las relaciones entre Iglesias están a menudo marcadas por la competencia y la disputa. Eso al menos dicen los organizadores del Octavario que ha pasado los últimos años en Brasil. ¡Lástima! Con el fin de atraerse nuevas vocaciones las comunidades tienden a ensalzar sus propios méritos y las ventajas que consiguen sus adherentes. Técnica, ésta, si bien se mira, muy de las sectas, ciertamente. Algunos piensan que cuanto más grande es la Iglesia y más alto el número de sus miembros, más fuerte es también su poder y más cerca están de Dios, presentándose a sí mismos como los únicos verdaderos adoradores. A resultas de ello, tampoco ha faltado violencia ni odio hacia otras religiones y tradiciones. Esta especie de marketing competitivo provoca un clima de sospecha entre las Iglesias y una falta de credibilidad del cristianismo en su conjunto en la sociedad. Al crecer la competencia la «otra» Iglesia se vuelve una enemiga. Desdichadamente ha sido este el reproche a menudo lanzado desde los bastiones del proselitismo. ¿Quiénes son verdaderos adoradores? ¿Y quiénes los ecumenistas de ley? Los auténticos adoradores ecumenistas no consienten que una lógica de la competencia – quién es mejor, y quién peor – contamine la fe. Necesitamos « pozos » para recostarnos, descansar y poner fin a disputas y enfrentamientos. Urge acogerse a lugares donde aprender de una vez por todas que el verdadero ecumenismo se sustancia en rendir culto «en espíritu y en verdad» al Dios Uno y Trino. ¿Por qué, pues, no caminar juntos hacia el « pozo » común de Cristo donde las Iglesias todas puedan abrevar y descansar de tantas disputas estériles, de odiosas y disgregadoras rivalidades? En los encuentros ecuménicos, por tanto, habrá que deponer el miedo a lo extranjero y despreocuparse de tener que cantar un cántico al Señor en tierra extranjera (cf. Sal 137). El ecumenismo no conoce recelos ni distancias ni pretende nunca extraños compañeros de viaje. Le apena, cómo no, ver que nuestras Iglesias se dejan vencer por la censurable lógica de los partidismos, de modo análogo a como lo hicieron los cristianos de Corinto –yo de Pablo, yo de Apolo (cf. 1 Co 1, 10-18)-, en vez de refrescarse con el agua pura de la unidad, sacada de la plegaria común. Ojalá el Espíritu que aleteaba sobre las aguas primordiales (cf. Gn 1,2) se encargue ahora de sacar unidad de nuestra diversidad.

Monte Garizim y ruinas de su templo 


Pedro Langa Aguilar


domingo, 18 de enero de 2015

PROGRAMA SEMANA DE UNIDAD EN SEGOVIA


Martes 20 de enero. Dentro de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, conferencia del profesor José Hernández, claretiano, con el título: «La X Asamblea Mundial del CEI. Busan 2013 (República de Corea). Una experiencia ecuménica». Tendrá lugar a las 19'00 horas en la Casa de Espiritualidad San Frutos.

Miércoles 21 de enero. Dentro de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, conferencia a cargo de Silvia Borissova, graduada en Bellas Artes y pintora de iconos, nos hablará de «El arte cristiano ortodoxo». Será a las 19'30 horas en la Casa de Espiritualidad San Frutos.

Viernes 23 de enero. Dentro de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos Oración ecuménica. En la parroquia de El Cristo del Mercado. A las 20'30 horas


18 de enero. Reflexión del Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA

EL ECUMENISMO ES VER EN EL OTRO AL HERMANO

Domingo, 18 de enero del 2015.- « Tenía que atravesar Samaría » (Juan 4, 4). Cualquier peregrino medianamente cuerdo conoce la famosa tríada de Tierra Santa: Judea, Galilea y Samaría en medio. Jesús y sus discípulos iban de Judea a Galilea. Tenían, pues, que atravesar Samaría, contra la que había cierto prejuicio derivado de la mezcla de razas y religiones. Cuando los asirios invadieron Samaría deportando gran parte de la población local, introdujeron en el territorio a otros pueblos, cada uno con sus propios dioses y divinidades (2 Reyes 17, 24-34). Los samaritanos se volvieron así, para los judíos, un pueblo « mestizo e impuro ». Se comprende, pues, que, en el evangelio de Juan, cuando los judíos quieren desacreditar a Jesús, le acusen diciendo: « Con razón decimos nosotros que eres samaritano y que tienes un demonio » (Juan 8, 48). Los samaritanos, por su parte, también ofrecían resistencia a los judíos (Juan 4, 8). La herida del pasado se enconó cuando, por el año 129 a.C., el jefe judío Juan Hircano I destruyó el templo de los samaritanos en el monte Garizim. De hecho, san Lucas refiere que en una ocasión Jesús no fue recibido en una ciudad samaritana solo porque estaba de camino hacia Judea (Lucas 9, 52).

El conflicto entre judíos y samaritanos, pues, venía de lejos. Así que la resistencia al diálogo era mutua. De ahí los caminos alternativos y los frecuentes rodeos de los judíos para no pasar por su territorio. Y la extrañeza de la Samaritana cuando un judío sentado sobre el brocal del pozo le pide agua. Más que cuestión geográfica, sin embargo, el segmento de Juan 4, 4 « tenía que atravesar Samaría » indica en definitiva una elección de Jesús: « atravesar Samaría » denota que es necesario encontrarse con el otro, el diferente, al que muchas veces percibo como una amenaza y al que a menudo siento enfrentado contra mí. Todo lo contrario, en cualquier caso, de cuanto el ecumenismo prescribe al considerar hermanos a todos los hombres.

El recién beatificado Pablo VI supo elegir esta luminosa vía en significativas ocasiones. Los buenos biógrafos refieren que el anciano patriarca Atenágoras había expresado a sus íntimos, ya en tiempo de san Juan XXIII, el deseo de encontrarse con el Papa, pero no en el Vaticano, sino en terreno neutral: era el exigido peaje de la Ortodoxia. Pablo VI, por su parte, apenas elegido, decidió romper el hielo de la distancia escribiendo una carta al Titular del Santo Trono de Constantinopla: proponía cercanía y fraternidad. Es decir, había que atravesar Samaría. Lo demás vendría pronto por su pie. Y así fue. El anciano patriarca de barba bíblica, no bien supo del viaje papal a Tierra Santo a primeros de enero de 1964, determinó él también llegarse hasta Jerusalén para tender la mano y ser coprotagonista del histórico abrazo. 

Con la elección que supone « atravesar Samaría », por tanto, Jesús está yendo, si bien se percata uno, más allá de su gente. El mensaje es claro: aislarnos de los que son diferentes y relacionarnos sólo con quienes son como nosotros es empobrecimiento intolerable por atroz y anti-ecuménico. El diálogo incluso con quienes no piensan como yo, en cambio, nos hace crecer. Uno se lo escuchó en 2004, durante una sencilla conversación privada, al propio cardenal Walter Kasper. « Atravesar Samaría », en resumen, implica dar pasos firmes con la propia Iglesia hacia las otras Iglesias y de ellas aprender. El ecumenismo a la postre no deja de ser corazón abierto hacia todas las Iglesias y culturas. Es, en suma, el don de permanecer unidos como hermanos en Cristo que une.

… unidos como hermanos en Cristo que une …

Pedro Langa Aguilar