Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

jueves, 30 de junio de 2016

BOLETÍN COMUNIDAD ECUMÉNICA CRISTIANA JAUME MASVIDAL

Nuestros hermanos de la Comunidad Ecuménica Cristiana Jaume Masvidal, nos han remitido su boletín nº 9 Mayo-Junio 2016 que ahora os reproducimos


¡Bienvenidos hermanas y hermanos en Cristo! 

BREVES: 

11 de mayo.

El Equipo Ecuménico Sabiñánigo organizó una vigilia ecuménica de Pentecostés en la que invitó para realizar la predicación a Enric Ainsa, misionero de la CEC Masvidal. El acto tuvo lugar en el Club Parroquial de Cristo Rey de Sabiñánigo. Asimismo, dicho equipo también organizó una exposición doble bajo el lema "Actores del ecumenismo" que también abarcaba una colección de interés documental, de ediciones de la Biblia. De todo ello, la prensa local se hizo extenso eco. 

27 y 28 de mayo.

Se realizó en Barcelona la 2ª Conferencia Evangélica Misionera de Cataluña, con gran éxito de participación tanto en asistencia como en el ámbito denominacional. El viernes se realizó un seminario para pastores y líderes, impartido por Ronaldo Anderson, bajo el título 'Plantación creativa de iglesias'. El sábado transcurrió entre conciertos de alabanza y talleres de trabajo misional, que impartieron destacados profesores bajo el testimonio personal de expansión del Reino, entre ellos Samuel Escobar, Carlos Madrigal, Xavi Martín, Itiel Arroyo, Daniel Banyuls, Jaume Llenas, Miguel Juez, Gladys Melia, Sandra Gustin, Daniel García, Nicolás Corso... 

20 de junio.

Se conmemoró el Día del Refugiado. La jornada pasó bastante desapercibida, ¿tal vez porque no sea un tema de candente actualidad? Oremos para que nuestras comunidades de fe sean capaces de levantarse y actuar. 


Cuando se mata al Espíritu a golpe de Institución 

Enric Ainsa, אחא 

Tuve la bendición de asistir a la 2ª Conferencia Evangélica Misionera de Cataluña a finales de mayo, y poder respirar tanto la inquietud de muchos de los hermanos evangélicos por la obra misionera en casa -es decir, en Europa-, como por el deseo de éstos por descubrir las vías de éxito en el crecimiento y la implantación de comunidades de fe. De todo aquello, y ante la interpelación de uno de los ponentes con la pregunta '¿Qué crees que Dios espera de su Iglesia?' sentí la clara afirmación dentro de mi corazón: 'Dios espera que su Iglesia salga de las iglesias'. 

Creo firmemente que estamos en un momento de los últimos tiempos en que la iglesia debe romper moldes: en lugar de encerrarse, de protegerse, de conservarse, de impermeabilizarse ante las nuevas corrientes de cristianos evangélicos, especialmente las latinoamericanas, la iglesia de Dios en Europa está llamada a salir de los templos de culto, de las naves de adoración y predicación, de las instalaciones con las comodidades producto de unas ofrendas generosas, y proclamar el Reino entre los ciudadanos del mundo. 

Durante la Conferencia, tuve la oportunidad de reencontrarme con una persona con la que he trabajado en el ámbito de misiones: aproveché para reclamarle el poco compromiso y el abandono de su institución con un caso reciente de acogida de unos refugiados bolivianos. A veces, el mundo cristiano burgués piensa que sólo los refugiados son los derivados de conflictos que salen por la televisión, o que son los que vienen a nuestras fronteras y no hace falta ir a buscarlos a las suyas... Y cuando esta persona -ante mi denuncia- me argumentó que la institución no podía implicarse más, que sería poner en riesgo las personas que tenía detrás, me entristecí y pensé: ¿cómo puede ella, entonces, entender que nuestro Señor nos explicase la parábola de un buen pastor que abandona las noventa y nueve ovejas para ir a buscar a la perdida? ¿Qué diría esta persona? Supongo que diría "¡Claro que no! ¿Cómo se le ocurre poner en peligro toda la institución de las noventa y nueve, por una sola?!" Creo que sin saberlo, ella me había escenificado la crisis profunda que sufre su entidad y la institución que la acoge: hasta el punto de cambiar recientemente la denominación 'evangélico' por 'protestante' en el nombre de su entidad, para no ser confundida con la nueva realidad del cristianismo europeo resultado de la inmigración americana: encerrarse, conservarse, impermeabilizarse... ¡morir! 

Ésta es la gran diferencia entre una gran obra y la obra de Dios: dejar las noventa y nueve ovejas para ir a buscar a la perdida. ¿Qué loco asumiría este riesgo? Sólo el Espíritu Santo... Éste es hoy el llamado de Dios a su Iglesia: que salga de las iglesias. 

Alex Sampedro, un cantautor que nos acompañó en esta Conferencia, nos gritó dramáticamente: 

Tengo una Biblia que no habla,
un crucifijo que no salva, 
una fe que se cansó de las montañas.

Tengo oraciones sin sujeto,
y he predicado tantas veces 
en el valle de los huesos secos.

Tengo noticias sin oyentes,
tengo pacientes esperando
el milagro de los peces
pero tengo la red averiada
y el vino es vinagre,
y el pan no sabe a nada.

Tengo una sal que ya no sala, 
una iglesia que no sale,
una luz bajo la mesa,
y una virgen despistada.

La levadura en la nevera,
mi armadura oxidada.

Tengo oro y tengo plata
pero el cojo ya no baila.

Tengo victorias derrotadas,   
gente en el templo destemplada,   
misioneros encerrados en sus casas.   

Tengo la ofrenda en el banco,  
las promesas caducadas,  
el maná está congelado,   
no hay calor en la palabra:   
está de fiesta en la atalaya,  
con el buen samaritano;
ya no sufren como hermanos:  
son cristianos sin agallas.  

Tengo una sal que ya no sala... 


MAS INFORMACIÓN:










Comunidad Ecuménica Cristiana Jaume Masvidal
www.cecmasvidal.org





martes, 28 de junio de 2016

MENSAJE DEL SANTO Y GRAN CONCILIO DE LA IGLESIA ORTODOXA

Mensaje
del Santo y Gran Concilio de la Iglesia ortodoxa
Al pueblo ortodoxo
y a toda persona de buena voluntad


Alabamos y glorificamos al Dios "de toda compasión y de toda súplica", pues nos ha hecho dignos de reunirnos durante esta semana de Pentecostés (del 18 al 26 de junio de 2016) en Creta, donde el Apóstol Pablo y su discípulo Tito anunciaron el Evangelio durante los primeros años de la vida de la Iglesia. Le damos gracias al Dios trinitario, pues ha permitido con benevolencia que caminemos en un mismo espíritu para terminar los trabajos del Santo y Gran Concilio de la Ortodoxia, convocado por Su Toda Santidad el Patriarca Ecuménico Bartolomé de acuerdo con los Primados de las Iglesias ortodoxas autocéfalas locales.

Fieles al ejemplo de los Apóstoles y de los Padres teóforos, hemos estudiado de nuevo el Evangelio de la libertad mediante el cual "Cristo nos ha hecho libres" (Gal 5,1). El fundamento de nuestras discusiones teológicas constituye la seguridad de que la Iglesia no vive para ella misma. Transmite el testimonio del Evangelio de la caridad y de la libertad, ofreciendo al conjunto del mundo habitado los dones de Dios: el amor, la paz, la justicia, la reconciliación, el poder de la Cruz y de la Resurrección y la espera de la eternidad.

1. La principal prioridad del Santo y Gran Concilio fue proclamar la unidad de la Iglesia ortodoxa. Fundada sobre la Eucaristía y la sucesión apostólica de los obispos, la unidad existente necesita ser reforzada y dar nuevos frutos. La Iglesia una, santa, católica y apostólica es una comunión divino-humana, una pregustación y una experiencia de los 'ésjata' en la santa Eucaristía. En tanto que Pentecostés, es una voz profética que no puede ser silenciada, una presencia y un testimonio del Reino del Dios de amor.

Fiel a la tradición apostólica unánime y a la experiencia sacramental, la Iglesia ortodoxa constituye la continuidad auténtica de la Iglesia una, santa, católica y apostólica, como es confesada en el símbolo de la fe y confirmada por la enseñanza de los Padres de la Iglesia. La Iglesia nos hace conocer el misterio de la santa Economía mediante su vida sacramental centrada alrededor de la divina Eucaristía.

La Iglesia ortodoxa expresa su unidad y su catolicidad en el Concilio. Su conciliaridad da forma a su organización, la manera mediante la cual toma decisiones y la determinación de su destino. Las Iglesias ortodoxas autocéfalas no son una federación de Iglesias, sino la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Cada Iglesia local que celebra la divina Eucaristía es la presencia y la manifestación local de la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Para la diáspora ortodoxa en diferentes países se ha decidido continuar con el funcionamiento de las Asambleas episcopales hasta la aplicación de la acribía canónica. Estas se componen de los obispos canónicos que siguen dependiendo de una Iglesia autocéfala. El funcionamiento regular de sus Asambleas episcopales garantiza el respeto del principio ortodoxo de conciliaridad.

En el transcurso de los trabajos del Santo y Gran Concilio se ha señalado la importancia de las Sinaxis de los Primados que han tenido lugar y decidido la convocatoria regular del Santo y Gran Concilio cada siete o diez años.

2. Al participar en la Divina Liturgia y rezar por el mundo entero, debemos continuar la liturgia después de la Divina Liturgia y dar testimonio de la fe a los que están cerca o lejos, según el mandamiento del Señor antes de su Ascensión: "y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra" (Hch 1,8). La reevangelización del pueblo de Dios en las sociedades modernas y la evangelización de los que no conocen aún a Cristo siguen siendo una obligación para la Iglesia.

3. Nuestra Iglesia refleja la necesidad de testimoniar la verdad y la fe apostólica, por lo que otorga una gran importancia al diálogo, sobre todo con los cristianos no ortodoxos. De esta manera, el resto del mundo cristiano conoce más exactamente la autenticidad de la tradición ortodoxa, el valor de la enseñanza patrística, la experiencia litúrgica y la fe de los ortodoxos. Los diálogos que lleva a cabo la Iglesia ortodoxa no significan para nada un compromiso en materia de fe.

4. La explosión del fundamentalismo observada en diferentes tradiciones religiosas es la expresión de una religiosidad mortífera. Un diálogo interreligioso sobrio contribuye de manera significativa a favorecer la confianza mutua, la paz y la reconciliación. El bálsamo de la fe debe servir para curar las llagas antiguas del otro y no para reavivar de nuevo hogueras de odio. La Iglesia ortodoxa condena inequívocamente la expansión de la violencia militar, las persecuciones, las expulsiones y el asesinato de las minorías religiosas, las conversiones forzadas, el tráfico de refugiados, los secuestros, la tortura y las terribles ejecuciones sumarias. Denuncia la destrucción de los lugares de culto, de los símbolos religiosos y de los monumentos culturales. Más en concreto, expresa su preocupación por la situación de los cristianos y las minorías perseguidas en el Oriente Próximo y en otras partes. Llama a la comunidad internacional de la zona a la protección de los ortodoxos indígenas y de los otros cristianos, así como de todas las poblaciones de la región que tienen un derecho inviolable a permanecer en sus países de origen como ciudadanos que disfrutan de iguales derechos. Nuestro Concilio exhorta a todas las partes a obrar sin espera a favor de los esfuerzos sistemáticos para resolver los conflictos armados en Oriente Próximo, para terminar con ellos y permitir el regreso de los que han sido expulsados de sus hogares.

Llama muy particularmente a todos los poderosos de la tierra a que prevalezcan la paz y la justicia en los países de los que han salido los refugiados. Llamamos a las autoridades civiles, a los ciudadanos y a los cristianos ortodoxos de los países en los cuales los cristianos perseguidos buscan refugio a continuar ofreciéndoles su ayuda dentro de los límites y más allá de sus posibilidades.

5. El secularismo moderno busca la autonomía del hombre respecto de Cristo y la influencia espiritual de la Iglesia, que identifica arbitrariamente con el conservadurismo. Sin embargo, la cultura occidental lleva la huella indeleble de la contribución en el tiempo del cristianismo. La Iglesia subraya, además, la importancia salvífica del Dios-hombre y de su cuerpo en tanto que lugar y modo de vida en libertad.

6. Frente a la visión contemporánea del matrimonio, la Iglesia ortodoxa considera el vínculo indisoluble de amor entre un hombre y una mujer como "un gran misterio... el de Cristo y la Iglesia". Incluso llama a la familia una "pequeña Iglesia" que resulta del matrimonio, única garantía para criar a los hijos.

La Iglesia insiste constantemente en el valor de la abstinencia. La ascesis cristiana difiere profundamente de una ascesis puramente dualista que cortaría a la persona humana de su prójimo. Al contrario, conviene aferrarse a la vida sacramental de la Iglesia. La abstinencia no está relacionada solo con la vida monástica. El 'ethos' ascético es característico de la vida cristiana en todas sus expresiones.

El Santo y Gran Concilio, aparte de los temas sobre los cuales se han adoptado decisiones, ha estudiado las siguientes cuestiones contemporáneas importantes:

7. Sobre la cuestión de las relaciones de la fe cristiana con la ciencia, la Iglesia ortodoxa evita poner la investigación científica bajo su tutela y no toma posición acerca de todas las cuestiones científicas. Da gracias a Dios que concede a los científicos el carisma de explorar los secretos de la creación divina. El desarrollo moderno de la ciencia y de la tecnología aporta cambios radicales en nuestras vidas. Es portador de beneficios importantes en nuestra vida cotidiana: una enfermedad grave, la comunicación más fácil entre la gente, la investigación espacial, etc. Sin embargo, existe también una variedad de efectos negativos como la manipulación de la libertad, la pérdida progresiva de tradiciones preciosas, la destrucción del medio ambiente, la puesta en duda de los valores morales. Aunque el conocimiento científico evoluciona muy rápido, no moviliza la voluntad de la persona humana ni ofrece respuestas a los problemas éticos existenciales centrales, a la búsqueda del sentido de la vida y del mundo. Todo esto requiere un acercamiento espiritual que la Iglesia ortodoxa quiere promover a través de una bioética fundada en la ética cristiana y la enseñanza patrística. Así, dentro del respeto de la libertad y de la investigación científica, la Iglesia ortodoxa insiste en los peligros que esconden ciertos progresos científicos y pone el acento en la dignidad del hombre y en su destino divino.

8. La crisis ecológica actual se debe evidentemente a causas espirituales y éticas. Sus raíces están vinculadas a la concupiscencia, la avidez y el egoísmo, que conducen a un uso irracional de los recursos naturales, a la contaminación de la atmósfera por elementos dañinos y al calentamiento global. La respuesta cristiana contra estos problemas exige el arrepentimiento ('metanoia') respecto de estos abusos, la abstinencia y la ética ascética como antídoto contra el sobreconsumo, tomando conciencia cada vez más de que la persona humana es la "economía" de la creación y no su propietaria. Subraya también que las generaciones futuras también poseen derechos sobre estos bienes naturales que nos ha confiado el Creador. Por este motivo la Iglesia ortodoxa participa activamente en los diferentes esfuerzos internacionales en favor del medio ambiente. Ha hecho del 1 de septiembre la jornada de oración por la protección del medio ambiente.

9. Frente al movimiento de homogeneización impersonal que es favorecido de diversas maneras, la Ortodoxia proclama el respeto del particularismo de las personas humanas y de los pueblos. Se opone a la autonomía de la economía ante las necesidades fundamentales de los seres humanos que la transforma en un fin en sí misma. El progreso de la humanidad no está solo vinculado al acrecentamiento del nivel de vida ni al desarrollo económico en detrimento de los valores espirituales.

10. La Iglesia ortodoxa no interfiere en la política. Su palabra es discreta y profética, y favorece una intervención humana apropiada. Los derechos humanos están ahora en el centro de la política en respuesta a las crisis políticas y sociales, e intentan proteger a los ciudadanos contra la arbitrariedad del Estado. Nuestra Iglesia añade igualmente las obligaciones y las responsabilidades de los ciudadanos y la necesidad de que estos últimos usen de la autocrítica para mejorar sensiblemente la sociedad. Subraya en particular que el ideal ortodoxo a favor del ser humano sobrepasa el horizonte de los derechos humanos establecidos, y que "lo más grande de todo" es el amor, tal y como lo ha revelado Cristo y lo viven los que lo siguen fielmente. La protección del principio de libertad religiosa desde todas sus perspectivas es un derecho fundamental, es decir, la libertad de conciencia, de fe, de culto y todas las manifestaciones individuales y colectivas de la libertad religiosa, incluido el hecho de que todo creyente pueda practicar libremente sus deberes religiosos sin injerencia de ningún tipo por parte de los poderes públicos, así como la libertad de enseñar públicamente la religión y garantizar las condiciones de funcionamiento de las comunidades religiosas.

11. La Iglesia ortodoxa se dirige a los jóvenes que buscan una vida completa en toda libertad, justicia, creación y amor. Los exhorta a unirse conscientemente a la Iglesia que es la verdad y la vida para ofrecer al cuerpo eclesial su vitalidad, sus preocupaciones y sus esperanzas. Los jóvenes no son solo el futuro de la Iglesia, sino también una fuerza y una presencia creativa a escala local y mundial.

12. El Santo y Gran Concilio ha abierto nuestro horizonte al mundo contemporáneo diverso y multiforme. Ha subrayado que nuestra responsabilidad en el espacio y el tiempo está siempre en la perspectiva de la eternidad. La Iglesia ortodoxa, garante intacta del carácter místico y soteriológico, es sensible al dolor, a las angustias y al grito por la justicia y la paz de los pueblos. Así evangeliza: "De día en día proclamad su salvación. ¡Contad a todos los pueblos su gloria, a todas las naciones sus maravillas!" (Sal 95).

Oremos: "El Dios de toda gracia, que os ha llamado en Jesucristo a su gloria eterna, tras sufrir un poco de tiempo, él mismo os perfeccionará, os afirmará, os fortificará, os hará inquebrantables. ¡A él sea el poder por los siglos de los siglos! ¡Amén!" (1 Pe 5,10-11).

† Bartolomé de Constantinopla, presidente
† Teodoro II de Alejandría
† Teófilo III de Jerusalén
† Ireneo de Serbia
† Daniel de Rumanía
† Crisóstomo de Chipre
† Jerónimo de Atenas y toda Grecia
† Sabas de Varsovia y toda Polonia
† Anastasio de Tirana y toda Albania
† Rastislao de Presov, de las Tierras Checas y de Eslovaquia

Delegación del Patriarcado Ecuménico

† León de Carelia y toda Finlandia
† Esteban de Tallin y toda Estonia
† Juan de la sede mayor de Pérgamo
† Demetrio de la sede mayor de América
† Agustín de Alemania
† Ireneo de Creta
† Isaías de Denver
† Alejo de Atlanta
† Santiago de las Islas de los Príncipes
† José de Proeconeso
† Melitón de Filadelfia
† Emanuel de Francia
† Nicetas de Dardanelos
† Nicolás de Detroit
† Gerásimo de San Francisco
† Anfiloquio de Quisamo y Seleno
† Ambrosio de Corea
† Máximo de Selibria
† Anfiloquio de Andrinópolis
† Calixto de Dioclea
† Antonio de Hierápolis, jefe de los ortodoxos ucranianos en los Estados Unidos de América
† Job de Telmeso
† Juan de Cariópolis, jefe del Exarcado patriarcal de las parroquias ortodoxas de tradición rusa en Europa occidental
† Gregorio de Nisa, jefe de los ortodoxos carpato-rutenos en los Estados Unidos de América

Delegación del Patriarcado de Alejandría

† Gabriel de la sede mayor de Leontópolis
† Macario de Nairobi
† Jonás de Kampala
† Serafín de Zimbabue y Angola
† Alejandro de Nigeria
† Teofilacto de Trípoli
† Sergio del Cabo de Buena Esperanza
† Atanasio de Cirene
† Alejo de Cartago
† Jerónimo de Muanza
† Jorge de Guinea
† Nicolás de Hermópolis
† Demetrio de Irenópolis
† Damasceno de Johannesburgo y Pretoria
† Narciso de Accra
† Emanuel de Tolemaida
† Gregorio del Camerún
† Nicodemo, Metropolita de Menfis
† Melecio de Katanga
† Pantaleón de Brazzaville y del Gabón
† Inocencio de Burundi y de Ruanda
† Crisóstomo de Mozambique
† Neófito de Nieri y Kenia

Delegación del Patriarcado de Jerusalén

† Benito de Filadelfia
† Aristarco de Constantina
† Teofilacto del Jordán
† Nectario de Antidona
† Filomeno de Pella

Delegación de la Iglesia de Serbia

† Juan de Ohrid y Skopie
† Anfiloquio de Montenegro y del Litoral
† Porfirio de Zagreb y de Liubliana
† Basilio de Sirmio
† Luciano de Budimlje-Nikšić
† Longino de Nueva Gračanica
† Ireneo de Bačka
† Crisóstomo de Zvornik-Tuzla
† Justino de Žiča
† Pacomio de Vranje
† Juan de Šumadija
† Ignacio de Braničevo
† Focio de Dalmacia
† Atanasio de Bihać-Petrovac
† Joanicio de Budimlje-Nikšić
† Gregorio de Hum-Herzegovina y del litoral
† Milutino de Valjevo
† Máximo en América occidental
† Ireneo en Australia y Nueva Zelanda
† David de Kruševac
† Juan de Pakrac y Eslavonia
† Andrés en Austria y Suiza
† Sergio en Fráncfort y Alemania
† Hilarión del Timok

Delegación de la Iglesia de Rumanía

† Teófano de Iași, Moldavia y Bucovina
† Lorenzo de Sibiu y Transilvania
† Andrés de Vad, Feleac, Cluj, Alba Julia, Crişana y Maramureş
† Ireneo de Craiova y Oltenia
† Juan de Timişoara y del Banato
† José en Europa occidental y meridional
† Serafín en Alemania y Europa central
† Nifón de Târgovişte
† Ireneo de Alba Julia
† Joaquín de Roman y Bacau
† Casiano del Bajo Danubio
† Timoteo de Arad
† Nicolás en América
† Sofronio de Oradea
† Nicodemo de Strehaia y Severin
† Besarión de Tulcea
† Petronio de Salaj
† Silvano en Hungría
† Silvano en Italia
† Timoteo en España y Portugal
† Macario en Europa del norte
† Barlaán de Ploesti, auxiliar del Patriarcado
† Emiliano de Łovistea, auxiliar del arzobispado de Râmnic
† Juan Casiano Vikin, auxiliar del arzobispado en América

Delegación de la Iglesia de Chipre

† Jorge de Pafos
† Crisóstomo de Quitión
† Crisóstomo de Cirenia
† Atanasio de Lemeso
† Neófito de Morfo
† Basilio de Constancia-Famagusta
† Nicéforo de Cico y Tileria
† Isaías de Tamaso y Orinia
† Bernabé de Tremitunte y Leucara
† Cristóbal de Carpasia
† Nectario de Arsinoe
† Nicolás de Amatunte
† Epifanio de Ledra
† Leoncio de Quitres
† Porfirio de Neápolis
† Gregorio de Mesorea

Delegación de la Iglesia de Grecia

† Procopio de Filipo, Neápolis y Taso
† Crisóstomo de Peristerion
† Germán de Elida
† Alejandro de Mantinea y Cinuria
† Ignacio de Arta
† Damasceno de Didimotico, Orestias y Sufli
† Alejo de Nicea
† Hieroteo de Lepanto y San Blas
† Eusebio de Samos e Icaria
† Serafín de Castoria
† Ignacio de Demetrias y Calmiro
† Nicodemo de Casandria
† Efrén de Hidra, Espetses y Egina
† Teólogo de Serres y Nigrita
† Macario de Sederocastro
† Antimo de Alejandrópolis
† Bernabé de Neápolis y Estaurópolis
† Crisóstomo de Mesenia
† Atenágoras de Helio, Acarnes y Petrópolis
† Juan de Langada, Litis y Rentina
† Gabriel de Nueva-Jonia y Filadelfia
† Crisóstomo de Nicópolis y Preveza
† Teocleto de Hieriso, monte Atos y Ardamerion

Delegación de la Iglesia de Polonia

† Simón de Łodz y Pozńan
† Abel de Lublin y Cheł
† Santiago de Białstok y Gdańsk
† Jorge de Siemiatycze
† Paísio de Gorlice

Delegación de la Iglesia de Albania

† Juan de Korçë
† Demetrio de Argirocastro
† Nicolás de Apolonia y Fier
† Antonio de Elbasan
† Natanael de Amandia
† Asti de Bylis

Delegación de la Iglesia de las Tierras Checas y de Eslovaquia

† Miguel de Praga
† Isaías de Sumperk

† Jeremías de Suiza, jefe del Secretariado panortodoxo del Santo y Gran Concilio


FUENTE:
Sacra Metrópolis de España y Portugal - Patriarcado Ecuménico





domingo, 26 de junio de 2016

MULTITUDINARIA ORACIÓN ECUMÉNICA Y POR LA PAZ ENTRE CATÓLICOS Y APOSTÓLICOS ARMENIOS


Francisco y Karekin animan a recorrer "con determinación el camino hacia la plena comunión entre nosotros"

El Papa recuerda a los refugiados y vuelve a denunciar "la plaga del comercio de armas"
por Jesús Bastante

Apenas ha pasado un siglo del "Gran Mal" que se abatió sobre vosotros. Ese «exterminio terrible y sin sentido», este trágico misterio de iniquidad que vuestro pueblo ha experimentado en su carne, permanece impreso en la memoria y arde en el corazón

"La unidad no es un beneficio estratégico para buscar mutuos intereses, sino lo que Jesús nos pide y que depende de nosotros cumplir con buena voluntad y con todas las fuerzas, para realizar nuestra misión: ofrecer al mundo, con coherencia, el Evangelio". No cabe ninguna duda: entre Francisco y Karekin II se ha establecido una complicidad que va más allá de la diplomacia, y que llega a los corazones de la unidad entre los seguidores de Jesús.

"Mirad cómo se aman", se leía esta mañana en la homilía, el signo distintivo de los cristianos, más allá de su pertenencia a una u otra confesión. Bergoglio y el Catholicós de Armenia están empeñados en demostrar que esa unidad va más allá de lo políticamente correcto: y es que a lo largo de estos dos días no se han separado ni un solo momento.


Francisco invita a Karekin a subirse al papamóvil, y el líder armenio le corresponde en la catedral de las Siete Llagas. Ambos comparten avión en los traslados y, aunque necesitan la ayuda de un traductor, se nota que la conexión ha calado.

Así se comprobó durante su llegada, de nuevo juntos, a la plaza de la República de Erevan, símbolo de la patria armenia, donde tuvo lugar un multitudinario y festivo encuentro ecuménico, y una oración por la paz y en contra de todas las guerras, de todos los genocidios. Los pasados y los presentes, en busca de un nuevo futuro.

Así, Francisco no hace ascos a que sea Karekin quien dirija la ceremonia, quien bendiga a los presentes o quien se coloque junto a él en el estrado. No hay diferencias entre ambos líderes, pues el principal cometido de este viaje, más allá de denunciar el genocidio y clamar por la paz, es simbolizar que la unidad entre los seguidores de Jesús es posible.

Es ésta, sin lugar a dudas, una de las "obsesiones" del pontificado del Papa argentino, y así lo ha demostrado con Bartolomé, con Kirill, y lo hará el próximo octubre en la celebración del medio milenio de la reforma luterana. Su tesis de que si nos une el mismo Cristo, nada podrá separarnos si existe buena voluntad, gana adeptos y se va convirtiendo en gozosa actualidad, pese a las piedras antiecuménicas que se encuentran a ambos lados del camino.

Un arca colocada entre dos montes, con una rama de olivo, presidía la plaza, como símbolo de que, tras las catástrofes o los diluvios, siempre surge la vida. Decenas de miles de personas copan la plaza, y han recibido a ambos líderes bajo una salva de aplausos y caricias, desafiando al calor y al cansancio. "Vivid en paz con todos", reza la carta de San Pablo que sirvió de entrada al acto ecuménico.

El Papa arrancó su intervención dando las gracias por su visita al "primer país en abrazar la fe cristiana", un lugar marcado de historia, de "fe sólida y sufrimiento enrome, una historia rica de grandes testigos del Evangelio, de los que sois herederos". Francisco se definió como "peregrino desde Roma para encontrarme con vosotros y para manifestaros un sentimiento que brota desde la profundidad del corazón: es el afecto de vuestro hermano, es el abrazo fraterno de toda la Iglesia Católica, que os quiere y que está cerca de vosotros".

Los abrazos entre Karekin y Francisco no son sólo una pose, son el gesto evidente de que "estamos juntos nuevamente para reforzar la comunión apostólica entre nosotros". "Os agradezco vuestra fidelidad al Evangelio, frecuentemente heroica, que es un don inestimable para todos los cristianos. Nuestro reencuentro no es un intercambio de ideas, sino un intercambio de dones", afirmó, pidiendo compartir "con alegría los muchos pasos de un camino común que ya está muy avanzado, y miremos verdaderamente con confianza al día en que, con la ayuda de Dios, estaremos unidos junto al altar del sacrificio de Cristo, en la plenitud de la comunión eucarística".

Un camino en el que "nos preceden y acompañan muchos testigos, de modo particulartantos mártires que han sellado con la sangre la fe común en Cristo: son nuestras estrellas en el cielo, que resplandecen sobre nosotros e indican el camino que nos falta por recorrer en la tierra hacia la comunión plena".

"Para lograr la unidad necesaria no basta la buena voluntad de alguien en la Iglesia: es indispensable la oración de todos. Es hermoso estar aquí reunidos para rezar unos por otros, unos con otros", subrayó el Papa, quien afirmó, junto a San Nerses, la necesida de "acrecentar el amor recíproco, porque sólo la caridad es capaz de sanar la memoria y curar las heridas del pasado: sólo el amor borra los prejuicios y permite reconocer que la apertura al hermano purifica y mejora las propias convicciones".

"Sigamos nuestro camino con determinación, más aún corramos hacia la plena comunión entre nosotros", clamó el Papa, quien no olvidó los "obstáculos en el camino de la paz y las trágicas consecuencias de la guerra". Con un recuerdo especial a "laspoblaciones forzadas a abandonar todo, de modo particular en Oriente Medio, donde muchos de nuestros hermanos y hermanas sufren violencia y persecución a causa del odio y de conflictos, fomentados siempre por la plaga de la proliferación y del comercio de armas, por la tentación de recurrir a la fuerza y por la falta de respeto a la persona humana, especialmente a los débiles, a los pobres y a los que piden sólo una vida digna".

En un nuevo guiño al genocidio armenio, aunque en esta ocasión sin citarlo expresamente, Francisco recordó el "Gran Mal que se abatió sobre vosotros", un"exterminio terrible y sin sentido", que "permanece impreso en la memoria y arde en el corazón". Recordarlos no es sólo oportuno, sino necesario: que sean una advertencia en todo momento, para que el mundo no caiga jamás en la espiral de horrores semejantes".

Un dolor que, a la vez, se convierte en verdadera fuerza: "La memoria, traspasada por el amor, es capaz de adentrarse por senderos nuevos y sorprendentes, donde las tramas del odio se transforman en proyectos de reconciliación, donde se puede esperar en un futuro mejor para todos", y un compromiso por "un futuro que no se deje absorber por la fuerza engañosa de la venganza; un futuro, donde no nos cansemos jamás de crear las condiciones por la paz: un trabajo digno para todos, el cuidado de los más necesitados y la lucha sin tregua contra la corrupción, que tiene que ser erradicada".

Las últimas palabras del Papa estuvieron dirigidas a los jóvenes, a quienes recordó que "este futuro os pertenece", y a quienes animó a "ser contructores sde paz, no notarios del status quo, sino promotores activos de una cultura del encuentro y de la reconciliación".
Palabras del Papa:

Venerado y querido hermano, Patriarca supremo y Catholicós de todos los armenios, Señor Presidente, Queridos hermanos y hermanas:

La bendición y la paz de Dios estén con vosotros.

Mucho he deseado visitar esta querida tierra, vuestro País que fue el primero en abrazar la fe cristiana. Es una gracia para mí encontrarme en estas montañas, donde, bajo la mirada del monte Ararat, también el silencio parece que nos habla; donde los khatchkar -las cruces de piedra- narran una historia única, impregnada de fe sólida y sufrimiento enorme, una historia rica de grandes testigos del Evangelio, de los que sois herederos. He venido como peregrino desde Roma para encontrarme con vosotros y para manifestaros un sentimiento que brota desde la profundidad del corazón: es el afecto de vuestro hermano, es el abrazo fraterno de toda la Iglesia Católica, que os quiere y que está cerca de vosotros.

En los años pasados, se han intensificado, gracias a Dios, las visitas y los encuentros entre nuestras Iglesias, siendo siempre muy cordiales y con frecuencia memorables. La Providencia ha querido que, en el mismo día en el que se recuerdan los santos Apóstoles de Cristo, estemos juntos nuevamente para reforzar la comunión apostólica entre nosotros. Estoy muy agradecido a Dios por la «real e íntima unidad» entre nuestras Iglesias (cf. Juan Pablo II, Celebración ecuménica, Ereván, 26 septiembre 2001: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 5 de octubre de 2001, p. 14) y os agradezco vuestra fidelidad al Evangelio, frecuentemente heroica, que es un don inestimable para todos los cristianos. Nuestro reencuentro no es un intercambio de ideas, sino un intercambio de dones (cf. Id., Carta enc. Ut unum sint, 28): recojamos lo que el Espíritu ha sembrado en nosotros, como un don para cada uno (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 246). Compartamos con gran alegría los muchos pasos de un camino común que ya está muy avanzado, y miremos verdaderamente con confianza al día en que, con la ayuda de Dios, estaremos unidos junto al altar del sacrificio de Cristo, en la plenitud de la comunión eucarística. Hacia esa meta tan deseada «somos peregrinos, y peregrinamos juntos [...] hay que confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas» (ibíd., 244).

En este trayecto nos preceden y acompañan muchos testigos, de modo particular tantos mártires que han sellado con la sangre la fe común en Cristo: son nuestras estrellas en el cielo, que resplandecen sobre nosotros e indican el camino que nos falta por recorrer en la tierra hacia la comunión plena. Entre los grandes Padres, deseo mencionar al santo Catholicós Nerses Shnorhali. Él manifestaba un amor extraordinario por su pueblo y sus tradiciones, y, al mismo tiempo, estaba abierto a las otras Iglesias, incansable en la búsqueda de la unidad, deseoso de realizar la voluntad de Cristo: que los creyentes «sean uno» (Jn 17,21). En efecto, la unidad no es un beneficio estratégico para buscar mutuos intereses, sino lo que Jesús nos pide y que depende de nosotros cumplir con buena voluntad y con todas las fuerzas, para realizar nuestra misión: ofrecer al mundo, con coherencia, el Evangelio.

Para lograr la unidad necesaria no basta, según san Nerses, la buena voluntad de alguien en la Iglesia: es indispensable la oración de todos. Es hermoso estar aquí reunidos para rezar unos por otros, unos con otros. Y es sobre todo el don de la oración que he venido a pediros esta tarde. Por mi parte, os aseguro que, al ofrecer el Pan y el Cáliz en el altar, no dejo de presentar al Señor a la Iglesia de Armenia y a vuestro querido pueblo.

San Nerses advertía también la necesidad de acrecentar el amor recíproco, porque sólo la caridad es capaz de sanar la memoria y curar las heridas del pasado: sólo el amor borra los prejuicios y permite reconocer que la apertura al hermano purifica y mejora las propias convicciones. Para el santo Catholicós, es esencial imitar en el camino hacia la unidad el estilo del amor de Cristo, que «siendo rico» (2 Co 8,9), «se humilló a sí mismo» (Flp 2,8). Siguiendo su ejemplo, estamos llamados a tener la valentía de dejar las convicciones rígidas y los intereses propios, en nombre del amor que se abaja y se da, en nombre del amor humilde: este es el aceite bendecido de la vida cristiana, el ungüento espiritual precioso que cura, fortifica y santifica. «Suplimos las faltas con caridad unánime», escribía san Nerses (Cartas de Nerses Shnorhali, Catholicós de los Armenios, Venecia 1873, 316), e incluso -hacía entender- con una particular dulzura de amor, que ablande la dureza de los corazones de los cristianos, también de los que a veces están replegados en sí mismos y en sus propios beneficios. No los cálculos ni los intereses, sino el amor humilde y generoso atrae la misericordia del Padre, la bendición de Cristo y la abundancia del Espíritu Santo. Rezando y «amándonos intensamente unos a otros con corazón puro» (cf. 1 P 1, 22), con humildad y apertura de ánimo, dispongámonos a recibir el don de la unidad. Sigamos nuestro camino con determinación, más aún corramos hacia la plena comunión entre nosotros.

«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo» (Jn 14,27). Hemos escuchado estas palabras del Evangelio, que nos disponen a implorar de Dios esa paz que el mundo tanto se esfuerza por encontrar. ¡Qué grandes son hoy los obstáculos en el camino de la paz y qué trágicas las consecuencias de las guerras! Pienso en las poblaciones forzadas a abandonar todo, de modo particular en Oriente Medio, donde muchos de nuestros hermanos y hermanas sufren violencia y persecución a causa del odio y de conflictos, fomentados siempre por la plaga de la proliferación y del comercio de armas, por la tentación de recurrir a la fuerza y por la falta de respeto a la persona humana, especialmente a los débiles, a los pobres y a los que piden sólo una vida digna.

No dejo de pensar en las pruebas terribles que vuestro pueblo ha experimentado: Apenas ha pasado un siglo del "Gran Mal" que se abatió sobre vosotros. Ese «exterminio terrible y sin sentido» (Saludo al comienzo de la Santa Misa para los fieles de rito armenio, 12 abril 2015), este trágico misterio de iniquidad que vuestro pueblo ha experimentado en su carne, permanece impreso en la memoria y arde en el corazón. Quiero reiterar que vuestros sufrimientos nos pertenecen: «son los sufrimientos de los miembros del Cuerpo místico de Cristo» (Juan Pablo II, Carta apostólica en ocasión del XVII Centenario del bautismo del pueblo armenio, 7: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 2 de marzo de 2001, p. 6); recordarlos no es sólo oportuno, sino necesario: que sean una advertencia en todo momento, para que el mundo no caiga jamás en la espiral de horrores semejantes.

Al mismo tiempo, deseo recordar con admiración cómo la fe cristiana, «incluso en los momentos más trágicos de la historia armenia, ha sido el estímulo que ha marcado el inicio del renacimiento del pueblo probado» (ibíd., 276). Esta es vuestra verdadera fuerza, que permite abrirse a la vía misteriosa e salvífica de la Pascua: las heridas que permanecen abiertas y que han sido producidas por el odio feroz e insensato, pueden en cierto modo conformarse a las de Cristo resucitado, a esas heridas que le fueron infligidas y que tiene impresas todavía en su carne. Él las mostró gloriosas a los discípulos la noche de Pascua (cf. Jn 20,20): esas heridas terribles de dolor padecidas en la cruz, transfiguradas por el amor, son fuente de perdón y de paz. Del mismo modo, también el dolor más grande, transformado por el poder salvífico de la cruz, de la cual los Armenios son heraldos y testigos, puede ser una semilla de paz para el futuro.

La memoria, traspasada por el amor, es capaz de adentrarse por senderos nuevos y sorprendentes, donde las tramas del odio se transforman en proyectos de reconciliación, donde se puede esperar en un futuro mejor para todos, donde son «dichosos los que trabajan por la paz» (Mt 5,9). Hará bien a todos comprometerse para poner las bases de un futuro que no se deje absorber por la fuerza engañosa de la venganza; un futuro, donde no nos cansemos jamás de crear las condiciones por la paz: un trabajo digno para todos, el cuidado de los más necesitados y la lucha sin tregua contra la corrupción, que tiene que ser erradicada.

Queridos jóvenes: este futuro os pertenece: sabiendo aprovechar la gran sabiduría de vuestros ancianos, desead ser constructores de paz: no notarios del status quo, sino promotores activos de una cultura del encuentro y de la reconciliación. Que Dios bendiga vuestro futuro y «haga que se retome el camino de reconciliación entre el pueblo armenio y el pueblo turco, y que la paz brote también en el Nagorno Karabaj» (Mensaje a los Armenios, 12 abril 2015).

Por último, quiero evocar en esta perspectiva a otro gran testigo y artífice de la paz de Cristo, san Gregorio de Narek, que he proclamado Doctor de la Iglesia. Podría ser definido también «Doctor de la paz». Así escribía en ese extraordinario Libro que me gusta considerar como la «constitución espiritual del pueblo armenio»: «Recuérdate, [Señor, ...] de los que en la estirpe humana son nuestros enemigos, pero por el bien de ellos: concede a ellos perdón y misericordia. [...] No extermines a los que me muerden, transfórmalos. Extirpa la viciosa conducta terrena y planta la buena en mí y en ellos» (Libro de las Lamentaciones, 83, 1-2). Narek, «partícipe profundamente consciente de toda necesidad» (ibíd., 3,2), ha querido identificarse incluso con los débiles y los pecadores de todo tiempo y lugar, para interceder en favor de todos (cf. ibíd., 31,3; 32,1; 47,2): se ha hecho «"ofrenda de oración" de todo el mundo» (ibíd., 28,2). Su solidaridad universal con la humanidad es un gran mensaje cristiano de paz, un grito vehemente que implora misericordia para todos. Los armenios, presentes en muchos países y a quienes deseo abrazar fraternalmente desde aquí, son mensajeros de este deseo de comunión, «embajadores de paz» (Juan Pablo II, Carta apostólica en ocasión del XVII Centenario del bautismo del pueblo armenio: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 2 de marzo de 2001, p. 6). Todo el mundo necesita de vuestro mensaje, necesita de vuestra presencia, necesita de vuestro testimonio más puro. 

Kha'ra'rutiun amenetzun (Que la paz esté con vosotros).


FUENTE:
http://www.periodistadigital.com/religion





miércoles, 15 de junio de 2016

EXPOSICIÓN DE ICONOS "LA LUZ DE ORIENTE"

Exposición de Iconos bizantinos en madera “La luz de Oriente”


El próximo 22 de junio se inaugura la exposición de Iconos bizantinos en madera “La luz de Oriente” en el Palacio Episcopal de Málaga.

Organizada junto con la Delegación de Ecumenismo y Relaciones Interreligiosas estará expuesta hasta el 17 de julio.